Friday, February 6, 2009

DIOS NOS HACE LIBRES


La lectura de hoy se encuentra en Hechos 12. La Biblia nos habla acerca de Herodes quien quiso congraciarse con los judíos y para hacerlo, comenzó a ejecutar a los apóstoles. Es curioso notar que los judíos despreciaban a Herodes, pero siendo que estaba dispuesto a darles gusto matando a sus enemigos, lo aplaudían de forma hipócrita.


Un día Herodes capturó a Jacobo, hermano de Juan, y lo mató. Un tiempo después, arrestó a Pedro y lo puso bajo la custodia de 16 soldados. Estos no eran hombres débiles y temerosos. Eran soldados romanos acostumbrados a pelear y adiestrados para enfrentar cualquier ataque. Tristemente, nunca se habían encontrado con alguien como Pedro. Ellos pensaron que cuidar a este sencillo pescador sería un trabajo común y aburrido. Nunca contaron con la intervención divina para liberar a Pedro.


Los soldados establecieron varios puntos de vigilancia dentro de la cárcel para evitar que su prisionero escapara. Además, dos de ellos se aseguraron a Pedro con cadenas y durmieron junto a él para prevenir cualquier intento de escape. Pero Dios se apareció en escena y tocó a Pedro en el costado para despertarlo. Luego removió sus cadenas. Pedro creyó estar soñando y simplemente obedeció a todo lo que el ángel le indicaba. Se puso la capa y las sandalias y atravesó los puntos de vigilancia que los soldados habían establecido. Finalmente llegaron al portón que daba hacia la ciudad y al estar en la calle, el ángel desapareció. Fue entonces que Pedro reaccionó y se dio cuenta que no estaba soñando.


Al verse libre, lo primero que Pedro pensó fue en ir a casa de María, la mamá de Juan Marcos, en donde se estaba llevando a cabo una poderosa reunión de oración pidiendo por la liberación de Pedro. Y qué curioso que al tenerlo allí, parado frente a la puerta, ninguno de ellos le fue a abrir. No fue sino hasta que la sierva Rode insistió tanto que los demás fueron a la puerta y se quedaron maravillados de ver a Pedro libre.


Cuántos de nosotros somos así. Le pedimos a Dios de Su ayuda y Su bendición. Oramos por algún milagro en nuestra vida. Y cuando Dios finalmente responde, no tenemos la intrepidez de tomar lo que nos ha dado. O no respondemos a Su llamado para abrir la puerta y dejarle entrar con la bendición que tiene para nosotros. Permitamos que Dios nos haga libres para asi recibir la promesa que tanto anhelamos.

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