La lectura de hoy se encuentra en Marcos 10:13-31. A pesar de que se relatan muchas historias bonitas e interesantes, enfocaremos en la primera que trata con unos niños. La Biblia dice que le trajeron a Jesus muchos niños para que los tocara como señal de bendición. Pero esto molestó en gran manera a los discípulos quienes comenzaron a regañar a quienes llevaban a los niños a Jesus.
De pronto, Jesus se dio cuenta de esto y se enojó contra Sus discípulos y les llamó la atención. Declaró que debían permitirle a los niños acercarse a El ya que de todas formas el reino de los cielos les pertenece a ellos. Finalmente, Jesus estableció que quien no recibe el Reino de Dios como lo hace un niño, no podría entrar en él. Después de estas palabras, Jesus abrazó a los niños y los bendijo poniendo Sus manos sobre ellos.
¡Qué recuerdos tan gratos ha traído esto a mi memoria! Yo era un niño como de seis o siete años cuando recibí a Jesus como mi Salvador y fui bautizado con el poder del Espíritu Santo. No comprendí lo que me había pasado en aquel momento, pero sé que había sido algo que cambiaría mi vida por completo. Algún tiempo después de esta maravillosa experiencia, llegó a nuestra iglesia una mujer que se especializaba en ministrar a niños. No recuerdo su nombre, pero recuerdo que trabajaba como ventrílocua con un muñeco en forma de pajarito. Cantaba cantos que hasta el día de hoy no se me han olvidado y llevó a cabo juegos y actividades que me ayudaron a comprender cuánto Dios me amaba.
Cuando nosotros tomamos el pastorado en Fillmore, CA, la iglesia únicamente tenía un niñito que asistía regularmente a los servicios. En aquel entonces, la iglesia no ofrecía ningún tipo de servicio para los niños. Pero mi meta fue proveer actividades para alcanzar a los niños de nuestra comunidad. Gracias al trabajo de muchos hermanos que amaban a los niños, celebramos Escuelitas Bíblicas de Vacaciones en donde llegamos a recibir a más de 100 niños. También comenzamos el ministerio de Misioneritas y Exploradores del Rey. Todo esto nos ayudó a tocar la vida de niños que necesitaban sentir el abrazo de Jesus.
Hoy en día, Dios nos ha puesto a nosotros como la extensión de Sus manos. Somos nosotros quienes debemos abrazar a los niños de nuestra comunidad y bendecirlos, mostrándoles que hay un Salvador que los ama. Pero no lo podrán ver si no hay gente comprometida a traerlos delante de El. ¿Será usted uno de aquellos que cuide, ame y traiga a los niños a Jesus? ¿O será usted como los discípulos que quisieron empujarlos y alejarlos del Maestro? Recuerde que en cada niño hay el maravilloso potencial de un ministro para Jesus.
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