La lectura de hoy continúa en 1 Corintios 9. El apóstol Pablo continuó enseñando a los hermanos de Corinto acerca de sus responsabilidades como miembros de la iglesia.
Pablo declaró su llamado y su posición como apóstol del Señor Jesucristo. En aquel entonces, se había estableció que únicamente aquellos que habían visto físicamente a Jesus podían tomar ese título de “enviados”. Es por eso que Pablo claramente asegura que había visto a Jesus. Sin embargo, había quienes dudaban de su llamado y ministerio y habían decidido que él no tenía derecho a ninguna ofrenda de amor ni mucho menos a un salario por su servicio como cuidador de la iglesia.
Es entonces que Pablo usa ilustraciones de la vida cotidiana para hacer entender a la iglesia que él, como fundador de la iglesia y como su pastor, sí tenía derecho a recibir pago de ella. Pablo pregunto, “¿Qué soldado presta servicio militar pagándose sus propios gastos? ¿Qué agricultor planta un viñedo y no come de sus uvas? ¿Qué pastor cuida un rebaño y no toma de la leche que ordeña?” Sin duda que este argumento era justo y necesario.
Hoy en día muchos critican duramente a los pastores debido a situaciones financieras que otros han abusado y usado de mala forma. Sin embargo, debemos recordar que Dios estableció que el obrero es digno de su salario y tiene el derecho a ser remunerado por la misma iglesia a la que sirve. Eso sí, sin abusos, sin tomar ventaja y sin tratar de obtener ganancias deshonestas.
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