La lectura de hoy se encuentra en 1 Corintios 1. El apóstol Pablo escribió esta carta para aconsejar a los hermanos de la iglesia en Corinto.
Pablo abrió su carta identificándose como el escritor de la misma y enviando saludos a los hermanos. Pero es triste notar que después de eso, Pablo comenzó a exhortar a la iglesia. Aparentemente todo marchaba bien. Sin embargo Pablo se había enterado de serios problemas de división. Había quienes decían ser seguidores de Apólos, otros de Pablo y otros de Cristo. Pero Pablo exhortó a la iglesia y les hizo ver que en ella no debía haber divisiones. No fue Pablo quien murió por la iglesia. Por tanto no debía ser a él a quien ellos siguieran. Tampoco habían sido bautizados en el nombre de Pablo. Es más, muy pocos de ellos habían sido bautizados por Pablo mismo, pero ninguno en el nombre de Pablo. El apóstol los exhortó a “que todos vivan en armonía y que no haya divisiones entre ustedes, sino que se mantengan unidos en un mismo pensar y en un mismo propósito.”
¡Cuánta falta nos hace a nosotros escuchar estas mismas palabras! La iglesia no debiera ser una organización política en donde buscamos a ver si los líderes nos caen bien o no. La iglesia no debiera ser una democracia en donde se nos pida nuestra aprobación para ver si queremos hacer o no las cosas. En la iglesia es Dios quien gobierna a través de Sus pastores. Mientras no comprendamos este importante detalle, viviremos divididos y seriamente frustrados. Es tiempo de buscar la unidad de pensamiento y de propósito. Pero no lo alcanzaremos hasta que no hayamos entendido que seguimos a Cristo. Tampoco lo alcanzaremos mientras continuemos considerando a la iglesia como una organización política en donde procuremos siempre que nuestro partido gane. Es tiempo de vivir y trabajar en armonía. Hagámoslo.
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