La lectura de hoy se encuentra en Marcos 5 y nos relata varias historias. De estas, la que más ha llamado mi atención es la de aquel hombre gadareno poseído por muchos espíritus inmundos o demoníacos.
Todo comenzó cuando Jesús llegó con Sus discípulos a la región de Gadara. Inmediatamente que desembarcó, este hombre le salió al encuentro. Quien hablaba no era el hombre, sino el espíritu malo que lo había poseído. La Biblia dice que este individuo vivía entre los sepulcros. En aquel entonces, esto sería vivir entre las cuevas y colinas en donde eran puestos los cuerpos de aquellos que ya habían muerto. Todo lo que esta persona hacía era lastimarse a sí mismo con piedras y andar entre los sepulcros dando gritos. Si trataban de atarlo, tenía la fuerza suficiente para romper aquellas cadenas y liberarse. ¡Era un hombre fuera de control!
Aquel espíritu inmundo reconoció a Jesús y lo identificó como “…Jesús, Hijo del Dios Altísimo…” Jesús también demandó que aquel espíritu se identificara preguntando su nombre. El espíritu respondió, “Me llamo Legión porque somos muchos.” Una legión era la unidad básica del ejército romano y consistía de entre 3,000 a 6,000 soldados de infantería incluyendo su caballería. ¿Se imagina lo atormentado que estaba este hombre con tantos espíritus dentro de él? Pero note que Jesús no se asombró del número, sino que les mandó que salieran y lo dejaran libre. Aquellos demonios pidieron a Jesús autorización para entrar en unos cerdos que estaban cerca. Jesús les dio permiso, pero los animales se espantaron tanto que se cayeron al lago y se ahogaron.
Uno creería que esto sería suficiente como para adorar a Jesus. Y a pesar que esta fue la actitud de aquel que había sido poseído por estos demonios, la gente de los alrededores actuó de forma distinta. La Biblia dice que aquellos que cuidaban de los cerdos salieron huyendo para avisar a todos en el pueblo lo que había ocurrido. Cuando los del pueblo llegaron a donde estaba Jesus, se sorprendieron de ver al endemoniado actuando de manera normal y sentado a los pies de quien lo había hecho libre. Esto espantó terriblemente a los habitantes de aquel lugar y le rogaron a Jesus que se fuera.
¡Qué triste que aquella gente hubiera sacado a Jesus de su ciudad! Aparentemente, preferían vivir con un endemoniado que con una persona en su justo juicio. Preferían mantener a miles de sucios cerdos que experimentar la liberación de una persona del poder del diablo. Y prefirieron vivir en sus temores antes que abrazar a Dios Todopoderoso quien puede cambiar todas las cosas. Permita Dios que nosotros no seamos así. Permita Dios que amemos más las almas que cualquier otra cosa. Y permitamos nosotros que Dios haga lo que El quiera, aunque nos cueste un montón de cerdos, para liberar a quienes El ama.