La lectura de hoy se encuentra en Marcos 4. Hay varias historias que se nos cuentan aquí, pero la que llama mi atención es la de los discípulos enfrentando una tormenta mientras Jesús dormía en la barca.
La Biblia dice que Jesús había estado enseñando a las multitudes acerca del Reino de Dios. Les había relatado la parábola del sembrador y de la luz que se pone en alto para alumbrar una casa. Al final del día, Jesús le dio la orden a Sus discípulos, “Crucemos al otro lado.” ¡Que seguridad hay en las palabras de Aquel que todo lo conoce! Lo admirable es que los discípulos inmediatamente obedecieron a Su orden. No cuestionaron ni titubearon, sino que rápidamente se lanzaron a la mar.
Repentinamente se desató una tormenta inusual. Varios de los que estaban en la barca eran pescadores veteranos y acostumbrados a los azotes del viento y a las gigantescas olas. Pero en esta ocasión, algo ocurrió que causó grande espanto y desesperación. Entretanto, Jesús se había acostado en la parte trasera de la barca para descansar. Los discípulos estaban tan espantados que comenzaron a gritar y a pedir Su ayuda. Pero es interesante notar que al acercarse a El, lo hicieron de una forma recriminatoria, “Maestro, ¿no te importa que nos estamos hundiendo?” Jesús se levantó y le habló al viento y al mar dándoles la orden de que se calmaran. Los dos obedecieron al momento y hubo gran paz.
Hoy en día, estamos atravesando momentos difíciles y complicados. La crisis financiera ha tocado a todos y nos encontramos en medio de un mar turbulento azotados por vientos que pudieran hundir nuestra barca. Pero, ¿acaso no está Jesús con nosotros? Si es así, ¿Por qué temer entonces? Es normal sentir temor. Y es eso exactamente lo que nos debe llevar a pedirle a Jesús de Su ayuda. Pero no lo hagamos de forma grosera ni con soberbia. A Jesús le importa todo lo que ocurre en nuestra vida. Tanto le importamos que prefirió morir antes que nosotros pereciéramos. Entonces tome ánimo este día. Llame a Jesús en medio de su desesperación y El dará la orden para que los vientos y la mar se calmen. El lo puede hacer. Lo que falta ver es si usted se lo pedirá. Y recuerde también, que Jesús ya no duerme ni se cansa. El siempre está atento.
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