La lectura de hoy se encuentra en Hechos 20. La Biblia nos cuenta que Pablo viajaba de un lugar a otro animando a los creyentes. Siendo que los judíos tramaban un atentado contra vida, Pablo prefirió regresar por Macedonia en lugar de embarcarse hacia Siria. Siendo así, pasó por Troas en donde se quedó predicando hasta altas horas de la noche.
Pablo sabia que quizás no volvería a ver a estos hermanos y quiso adiestrarlos y prepararlos para cualquier situación. Invirtió largo tiempo enseñando hasta la medianoche. Tristemente, allí mismo había un joven llamado Eutíco que se quedó dormido durante el discurso de Pablo. Lo peor de todo es que se durmió justo en el borde de la ventana. Eventualmente se cayó desde el segundo piso y murió. ¡Qué terrible susto habrá producido este evento tan inesperado! Sin embargo, Pablo no perdió el tiempo. Tomó al joven en sus brazos y declaró que estaba vivo. El joven se levantó de allí y subió con todos los demás para comer. Finalmente, al amanecer, Pablo se fue y el joven regresó vivo a su casa.
¡Qué cosas tan increíbles hace Dios! Pudiéramos aprender de esto algunas lecciones importantes. En primer lugar, a las reuniones de los hermanos no se va a dormir. Y mucho menos junto al borde de la ventana en un segundo piso. En segundo lugar, los predicadores debemos ser más conscientes y entender que los jóvenes se cansan. Tercero, a pesar de nuestro cansancio, debiéramos hacer de la Palabra de Dios nuestro mayor anhelo. Escucharla para ser motivados y alentados para momentos en que nos sea necesario recordar sus consejos debiera ser nuestro objetivo primordial. Dejemos de dormir y procuremos con determinación aprender más de la Palabra de Dios.
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