Sunday, January 11, 2009

NO VALE LA PENA


En Génesis 25:19-34 aprendemos acerca de Jacob y Esaú. Estos hermanos gemelos eran muy diferentes el uno del otro. El mayor, nació pelirrojo y cubierto su cuerpo de vello. Del menor no se hace mayor descripción, pero si se deja bien marcado que nació agarrado del talón de su hermano. Aún mientras crecían, estos hermanos llegaron a ser muy diferentes. Esaú se convirtió en todo un cazador a quien le gustaba el campo. Por el otro lado, Jacob llegó a ser un hombre más tranquilo y prefería quedarse en el campamento. Lo que en realidad agudizó el problema entre estos hermanos fue que “Isaac quería más a Esaú, porque le gustaba comer de lo que él cazaba; pero Rebeca quería más a Jacob.” Nunca un hogar podrá sobrevivir si los padres hacen preferencia entre sus hijos. Sean dos o diez, los hijos deben ser amados de igual forma.


Un día, Esaú llegó de su viaje de cacería y sintió gran hambre. Jacob estaba en casa cocinando y sin duda que lo que había preparado ese día olía muy rico. Esaú le pidió de comer, pero Jacob demandó recibir la herencia de la primogenitura a cambio de un plato del guisado que había preparado. Mucha gente ha juzgado a Jacob duramente de ser un engañador y abusivo. Sin embargo, Esaú no era mejor que su hermano. ¡Estuvo dispuesto a intercambiar la bendición de Dios por un momento de placer! De todas formas, desde antes que nacieran, Dios había establecido que el mayor seria siervo del menor. Y aunque esta no era la manera de hacer las cosas, Jacob se sintió justificado y Esaú pudo satisfacer su hambre.


Nos parecería que Esaú fue un tonto por cambiar toda una vida de bendiciones por un simple plato de guisado. Pero, ¿cuántas veces hemos hecho nosotros lo mismo al cambiar lo que Dios nos ha prometido por unos cuantos momentos de placer? Piénselo bien y llegará a la conclusión de que no vale la pena.

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