En Génesis 30:22-44 aprendemos acerca de la historia de Raquel. Ella, juntamente con su hermana Lea, eran esposas de Jacob. Tal pareciera que ambas competían por el amor y la atención del esposo. Dios bendijo a Lea y ésta le dio a Jacob seis hijos varones y una niña. Pero Raquel estaba sumamente triste porque no podía quedar embarazada. Es indudable que ella oraba constantemente por un milagro en su vida. Esto se puede comprobar cuando la Biblia dice, “Pero Dios también se acordó de Raquel; la escuchó y le quitó la esterilidad.” Después de mucho tiempo, ¡Raquel pudo abrazar su milagro!
Hoy en día, ¿cuántos de nosotros somos como Raquel? Ella no se cansó de insistir en su plegaria ante Dios. No se dio por vencida hasta que no vio el milagro en sus brazos. Y aunque tuvo sus momentos de desesperación, no cedió a la derrota. Así deberíamos ser nosotros. Sigamos el mandato que la Biblia nos da, “Oremos sin detenernos.” Solamente así hemos de ver nuestro milagro hecho una realidad.
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