La lectura de hoy se encuentra en Exodo 14. Se nos cuenta la historia de cómo Dios libró a Su pueblo del poderío del faraón egipcio. Cuando todos los primogénitos de Egipto murieron, tanto faraón como sus oficiales demandaron que los israelitas se fueran del país. Sin embargo, después de considerar esta decisión por algún tiempo, cambiaron de parecer y fueron tras el pueblo de Israel, pensando hacerlo regresar a la fuerza.
Cuando Dios nos hace libre, no hay nada ni nadie que pueda volver a esclavizarnos. Faraón aprendió esta lección de manera dura y todo porque nunca quiso reconocer el poder y la fuerza de Dios. Faraón pensó que podría esclavizar de nuevo a los israelitas por medio de sus ejércitos. Tomó a todos sus oficiales, soldados, carros y caballos y fue tras ellos. Cuando pensó que los había alcanzado, Dios se interpuso entre ellos dando luz a los israelitas y oscuridad a los egipcios.
Es interesante notar que los egipcios pensaron que Israel estaba totalmente perdido con el mar al frente y el desierto a sus espaldas. Pero no contaban con la intervención milagrosa de Dios quien se especializa en hacer lo imposible. Dios le mandó a Moisés que dejara de orar y que accionara. Verdaderamente que hay un tiempo para todo. Y el tiempo de accionar la fe había llegado para el pueblo y para Moisés. No basta solamente con hablar acerca de lo que Dios puede hacer, sino que también debemos actuar sobre esa fe. Cuando Moisés se levantó y abrió los brazos, el mar se dividió en dos de tal forma que hubo un camino seco sobre el cual pasaron todos los israelitas. Ninguno de ellos se perdió porque actuaron en fe al caminar entre las murallas de agua que rodeaban el camino. Sin embargo, cuando los egipcios entraron a ese mismo camino, se confundieron porque a pesar de que el camino estaba seco, sus carros se atoraron y no pudieron avanzar. Cuando ya quisieron tocar la retirada, fue muy tarde. Dios comenzó a cerrar el mar. Pero lo hizo desde el lado por donde los egipcios habían comenzado, de tal forma que ya ni siquiera pudieron volver a su lugar de origen. Allí, en medio del mar, perecieron para nunca más volver a perseguir al pueblo de Dios.
¡Qué lección para nosotros! Dios nos manda a activar nuestra fe y a creer que El puede hacer hasta lo imposible. Pero nosotros debemos dejar de clamar y comenzar a actuar. ¿Andan mal nuestras finanzas? ¡Trabajemos en lo que sea! ¿Están enfermos nuestros hijos? ¡Oremos por ellos antes de ir a endeudarnos con el doctor! Solamente así podremos ver cómo Dios pelea las batallas por nosotros. Pero recuerde, Dios requiere de nosotros acción.
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